domingo, 16 de septiembre de 2012 | By: Cristie

Diez y diez en el reloj...


¿Por qué en un gran número de anuncios televisivos que anuncian relojes vemos que éstos marcan las diez y diez? 

Normalmente, en los anuncios los relojes marcan entre las 10.08 y las 10.10. Las compañías que hacen este tipo de publicidad tienen una explicación de carácter psicológico para este hecho, aunque existen varias razones: 

1. La forma que dibujan las manecillas recuerda a un tick, que significa bien u OK, y que transmite la idea al espectador de positivismo. Algunos espectadores identifican también en esta forma una sonrisa. 

2. Esta colocación de las manecillas impide que pueda taparse el posible calendario que pueda tener el reloj, normalmente ubicado a las nueve o a las tres. Asimismo, tampoco taparía la marca del fabricante, situada bajo las doce. 

3. Las manecillas estarían situadas de manera casi simétrica en la esfera del reloj. El minutero forma un ángulo de 48º a la derecha, mientras que la manecilla de las horas forma un ángulo de 58º a la izquierda. La simetría exacta se encontraría en las 10h 9min y 13.8seg. Otras horas simétricas no coincidirían.

4. El rectángulo que se forma sobre la esfera poniendo como límite el minutero es un rectángulo áureo. Un rectángulo áureo es aquel que, tras extraer la figura de un cuadrado con uno de sus lados de menor longitud, el rectángulo restante en la figura es igualmente un rectángulo áureo, pudiéndose repetir esta operación hasta el infinito. Este tipo de rectángulo resulta agradable a la vista

5. A las 10.08, la mañana prácticamente acaba de empezar, lo que transmite la sensación de tener aún todo el día por delante. Las 10, además, es una hora a la que la gente se suele levantar cuando no tiene que madrugar. Por lo tanto, la hora indicada se asocia con el fin de semana, el entretenimiento y la relajación. 


No todas las compañías utilizan este recurso en la publicidad de sus relojes, aunque la mayoría sí que lo hace. Existe una regla publicitaria no escrita, según la cual todos los relojes deberían marcar las 10.10 cuando son fotografiados para un anuncio. Pero esta regla, según hemos visto, es en realidad un detallado análisis de la estética y el impacto visual y psicológico que produce en el espectador. 


Las imágenes en las que las manecillas se superponen no son estéticas, puesto que parece que el reloj sólo tiene una manecilla. Por eso, no es común ver en la publicidad relojes con la hora a las 12, a las 13.05, a las 14.10, a las 15.15, etc. 


También se rechazan las horas en las que las manecillas estén muy juntas, puesto que transmite sensación de amontonamiento. Unos diez minutos, que equivalen a 60º grados de separación, es una distancia que podría considerarse mínima. 


Tampoco agradan las horas en las que las manecillas que se oponen, porque dan la sensación de atravesar el reloj por su centro. Igualmente se rechaza cualquier hora que se encuentre en un ángulo de 180º formando una línea recta. Por ello se eliminan las 12.30, las 9.15, las 18.00, las 8.05, etc. Al igual que antes, la distancia de 10 minutos se considera mínima. 


Para conseguir un ángulo perfecto, no deberíamos, pues, ni acercar las manecillas más de diez minutos, ni separarlas más de veinte. Si las separáramos más de treinta minutos, es decir, 180º, nos encontraríamos en la misma situación en el otro lado de la esfera. Así, dividiendo la esfera en dos partes (la mitad en la que se encuentran las manecillas y la mitad en la que no), la solución más equilibrada visualmente es que una de las dos partes sea mayor que la otra. De esta manera, si dividimos la esfera de 360º en tres partes, nos quedan 120º por cada parte, lo que corresponde exactamente a veinte minutos en el reloj. Este es el ángulo que han de formar las agujas. 

Teniendo esto en cuenta, cualquier hora en la que las manecillas tuvieran una separación de veinte minutos serviría. Sin embargo, se descartan las horas en las que el minutero señala las 12, las 3, las 6 o las 9, ya que se superpondría al número, y nuevamente daría sensación de amontonamiento. Eliminando las horas en punto, y cuarto, y media y menos cuarto, mejoramos la imagen. De las horas que nos restan, es conveniente eliminar también todas aquellas que dan un valor negativo, como las tres menos cinco, prefiriendo un lenguaje psicológicamente más positivo con horas como las seis y diez. 

Llegados a este punto, nos quedan sólo seis posibilidades, de las que debemos descartar todas aquellas horas que no nos permitan ver la marca del reloj, situada en la parte superior. Así, nos quedamos solamente con las opciones de las 6.10, las 8.20 y las 10.10. La primera opción no nos sirve en el caso de que en el reloj haya una indicación acerca del modelo, puesto que normalmente se suele poner en la parte inferior. Descartando las 6.10, nos quedan dos opciones. Ambas transmiten una emoción si imaginamos la esfera del reloj como una cara. Sin embargo, son bien diferentes. Las 8.20 se puede asociar con una sonrisa triste. Las 10.10 con una sonrisa feliz. En este punto, no es difícil escoger. 

Un último detalle es que el segundero, que suele señalar hacia los 20 o 35 minutos, ya que señalar los 30, aunque dividiera la esfera en tres partes, dejaría una sensación de rigidez. Además, este pequeño desvío rompería la regla matemática. 


Las 10.10 es conocida como la hora feliz, porque la forma recuerda a una sonrisa. La costumbre de colocar las manecillas a las 10.10 en los relojes analógicos se ha transmitido también a los anuncios de algunos relojes digitales, aunque su justificación no esté en absoluto relacionada. 

Fuentes:

Imágenes: 

miércoles, 5 de septiembre de 2012 | By: Cristie

El oro y el moro...

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¿Cuál es el origen de la expresión "el oro y el moro"?

En España, en 1426, durante las guerras de la Reconquista, un grupo de paladines cristianos, fuertemente armados, venció a una partida de caballeros musulmanes, raptando a cuarenta de ellos. El aldaide de Ronda, una ciudad andaluza, el moro Abdalá, fue apresado junto a su sobrino Hamet por estos cristianos de Jerez, municipio de Cádiz, quienes pidieron un rescate por ellos. Abdalá consiguió la libertad entregando una buena suma de dinero, aunque no ocurrió lo mismo con Hamet. La esposa del caballero Fernández de Valdespino argumentó razones para no liberar al moro: los gastos de mantenerlo preso bien suponían una suma de dinero mayor de la que originariamente pedían en el rescate. Así, cuando los moros acudieron a pagar el rescate, el propio caballero Fernández de Valdespino, jefe de los captores, se negó a aceptar la recompensa que se le ofrecía, exigiendo una suma mayor. Inquietándose los moros por pensar que no recuperarían al cautivo, hubo de intervenir el monarca Juan II de Castilla, quien mandó llamar a Hamet a su Corte. Esto disgustó a los caballeros, que ya habían estado discutiendo sobre cómo repartirse el dinero, quienes hicieron correr el rumor de que el rey quería quedarse con "el oro y el moro"

File:La rendición de Granada.jpg

Desde entonces, la frase se usa cuando se prometen más cosas de las que se dan. La expresión, que alude a pretender más de lo acordado, no deja de ser una ingeniosa fórmula de repetición léxica. Se trata de una expresión popular que se refiere a aquel que pide más de lo que le corresponde. También se usa para decir que una persona pretende conseguir algo imposible.

Fuentes: